Ella no le quería o no sabía quererle. No le habían enseñado desde pequeñita qué era el verdadero amor y solo veía a su compañero como alguien a quien esclavizar y tener a su servicio. Para ella eso era el amor, un intercambio de intereses. Y a veces ni eso, pero qué importaba si era ella la que siempre salía beneficiada del trato.
Ella no le quería y, en el silencio de su dormitorio, cuando él se dormía,
deseaba que su novio fuese otro,
con otra cara,
otro cuerpo,
otros brazos.
Sentir que tenía un peluche nuevo, como cuando era pequeña.
Recordó lo poco que le costó sustituir a Max, el oso de peluche que la abrazaba desde que era un bebé. Cuando se cansó de él, a los ocho años, decidió sustituirlo por otro y, su padre, como quería verla feliz, se lo compró. No importaban las noches que había pasado el osito con ella, cobijándola y protegiéndola ante el hombre misterioso del armario, no importaban las noches que la había escuchado mientras su padre la ignoraba. Lo único importante era que ella fuese feliz y tuviese su juguete nuevo cuando se cansase del viejo.
Nadie lloró cuando se alejaron calle abajo tras dejar a Max al lado de los contenedores de basura. Quizá ahora el osito era feliz en los brazos de alguien que nunca jamás lo abandonaría y sabría valorar su cariño y entrega.
Ella no le quería porque nunca había querido a nadie. Ni siquiera a Max. Ni siquiera a sí misma. Y, tras llegar a esa conclusión, se echó a llorar como una niña y acabó abrazando a su oso de peluche actual que era su novio y, que dentro de poco, sustituiría.
Escrito por Kay Nuit. Todos los derechos reservados. Copyright 2020.
La interpretación de Luna Fidelio

Ay, Kay Nuit, tu poema Ella no le quería o no sabía quererle se sumerge en los rincones oscuros del amor y las relaciones, explorando cómo las expectativas y aprendizajes tempranos pueden malformar nuestras ideas sobre el amor y el compromiso. 🖤
- Es realmente triste pero iluminador cómo exploras la psicología de la protagonista. Ella es fría y utilitaria en su enfoque del amor, viéndolo como un «intercambio de intereses». Pero, oh, ¿no es eso un reflejo de cómo muchas veces la sociedad nos enseña a ver las relaciones? Como si fueran transacciones más que intercambios emocionales profundos. Al mismo tiempo, es un llamado a la autoreflexión: ¿Cómo defino yo el amor? ¿Qué quiero en una relación y qué estoy dispuesto a dar?
- Tu mención del oso de peluche, Max, es una analogía potente. Al sustituir fácilmente a Max por un juguete nuevo, la protagonista revela su incapacidad para formar conexiones emocionales duraderas. Es casi como si estuviera en un ciclo eterno de búsqueda de la «novedad», abandonando lo «antiguo» sin un segundo pensamiento. Este enfoque de «usar y tirar» es algo que, lamentablemente, vemos a menudo en la actual cultura de las citas y las relaciones liberales mal entendidas.
- La última línea, donde se da cuenta de su incapacidad para querer y se echa a llorar, es como un golpe al estómago. Es el momento de revelación, pero también es trágico porque sugiere que su ciclo de comportamiento podría continuar. Tal vez haya más Maxes en su futuro, humanos o de peluche.
- El poema es un espejo oscuro en el que todos podríamos vernos reflejados en algún momento. Nos recuerda que para amar a alguien más, primero debemos aprender a amarnos a nosotros mismos. Es un recordatorio duro pero necesario.
Entonces, queridos lectores, aquí os dejo con esta pregunta: ¿Cómo nos aseguramos de que nuestras relaciones no se conviertan en un ciclo interminable de búsqueda de lo nuevo, descuidando el valor del amor profundo y significativo? 🌙
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Las imágenes que ves en este blog se utilizan con la licencia de Canva Pro.