Cayendo como un manantial divino va recorriendo cada centímetro de tu muslo derecho, llegando a tu corva y deslizándose por tu gemelo.
Solo yo sé que es lo que deseo, solo yo sé cómo me gustaría que acabase y exactamente dónde.
Y sí, el líquido divino sigue cayendo porque recibe la fuerza suficiente de la fuente, sigue dejándose llevar por la gravedad y llega a tu precioso tobillo y toma un camino nuevo: se desliza por tu empeine y sigue algo curvo, recorriendo las articulaciones de tus dedos para acabar introduciéndose en medio de tu pulgar y segundo dedo y muriendo al fin en el suelo de cristal.
Ni te imaginas las vistas que tengo desde mi posición en el piso inferior. Lástima que las paredes transparentes estén insonorizadas, porque, de lo contrario, podría escuchar perfectamente cómo gritas mientras él te devora el cuello a besos y te pregunta en susurros…
¿Qué es lo que te pregunta? ¿Si te ha gustado? ¿Si lo deseas? ¿O quizá es una afirmación?
Solo sé que dentro de unas horas volverás a ser mía, solo por una noche, unos días o quizá unas semanas, y cuando tú lo desees, cuando nuestras vidas nos lo permitan, ambos volveremos a vivir aquello que nos quita el sueño y nos excita hasta el punto de dejarnos sin respiración.
Escrito por Kay Nuit. Todos los derechos reservados. Copyright 2021.