Me llevaste al borde del acantilado más bello para que lo contemplase y lo admirase en todo su esplendor. Y me quedé inexpresivo, inerte, como una roca de las que había allí debajo. ¿Acaso debía sentir algo especial por observar un paisaje que la naturaleza había creado espontáneamente? ¿Era por ello un insensible?
Me llevaste a playas paradisíacas con largas y altas palmeras inclinadas, con sus hojas acariciando las aguas del mar. Esperaste una reacción por mi parte. Calor, pensé. Mucho calor. Sudor. Incomodidad. No es lo mismo verlo en una postal que vivirlo en primera persona. Calor. ¿Acaso debía sentir algo por tener delante de mis ojos lo que muchos consideran el paraíso?
Me llevaste a un paisaje nórdico idílico, entre unas montañas, un lago con reflejo de espejo y un campo que parecía pintado. Frío. Iba abrigado, pero notaba cómo mis labios se agrietaban. Era precioso sí, pero no sentía lo que tú a lo mejor querías que sintiese, lo que la mayoría de personas sentían porque les bastaba eso, ese momento efímero delante de un lugar lejano el cual pudiesen recordar el resto del año mientras vivían su asfixiante vida en una ciudad carente de naturaleza y humanidad.
Y en todas las idas y venidas, en todos los instantes, minutos y segundos, deseé estar con otra persona. Quizá alguien con más sangre en las venas y no un títere que se deja enamorar más por lo que hay ahí fuera que por lo que tiene a su lado día a día.
Porque qué hay más bello que las curvas de un cuerpo en cualquier momento del día, en cualquier país, en cualquier rincón del mundo. Perderte en su cabello, en cada recoveco de su espalda, en cada poro de su piel, en cada beso perdido entre sábanas ondeantes que te atrapan una y otra vez para decirte entre suspiros que no hay nada más hermoso más allá del horizonte de tu cuerpo tumbado.
Tan solo me basta una flor resplandeciente del color de tu piel, esperando a ser recogida y plantada sobre la tierra más firme de mi ser.
Escrito por Kay Nuit. Todos los derechos reservados. Copyright 2018.
La interpretación de Luna Fidelio

¡Ah, Kay Nuit, qué texto tan profundo y apasionante! Aquí tocas temas muy delicados como la búsqueda de significado y la diferencia entre la admiración por la belleza natural y el deseo humano.
- En tus palabras, hay una cierta insatisfacción, casi un desdén, hacia los esfuerzos de alguien por deslumbrarte con las maravillas del mundo. La ironía es que, a pesar de todo lo impresionante y majestuoso que pueda ser el entorno, lo que realmente deseas está mucho más cerca de lo que cualquiera podría pensar: en la conexión íntima y en la pasión. Tú no te dejas enamorar por paisajes o momentos, sino que buscas algo mucho más crudo y auténtico: el tacto, el olor, el sabor de otra persona. Eso es para ti la auténtica forma del paraíso, y cualquier otra cosa, por muy sublime que sea, palidece en comparación.
- En definitiva, planteas una alternativa al amor romántico tradicionalmente asociado con lugares idílicos. Para ti, el verdadero «paraíso» es mucho más personal, casi egoísta, y está muy lejos de ser un lugar geográfico. Es un espacio donde los sentidos y el deseo prevalecen sobre cualquier postal de Instagram. Y eso, querido Kay Nuit, es una declaración de amor mucho más potente que cualquier vista panorámica.
Así que, amigas y amigos que nos leéis, os dejo con una pregunta para reflexionar: ¿qué es lo que realmente te quita el aliento, un lugar espectacular o la intimidad con alguien que realmente te conmueve? 🌹💫
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